miércoles, 18 de junio de 2008

La gema gala




Alrededor del año 50 a.c, al norte del Imperio Romano, mas exactamente en la Galia Transalpina, ( actual Francia) se libraba una guerra.
Roma y su imperio contra los galos, César y sus legiones, contra los soldados de Vercingetorix.Fue una lid sangrienta, con un sólo ejercito vencedor.
Fue un combate largo, una guerra dura para ambos bandos; los romanos ganaron batallas al igual que los galos. Los romanos perdieron batallas, también los galos. Ningún bando se salvó de perder tropas; los dos pudieron perder, los dos ganar.
Al finalizar la extensa y cruel guerra, solo ganó uno, el mas poderoso, pero ambos derramaron sangre, probablemente innecesaria, probablemente necesaria.
Solo ganó uno, César venció a Vercingetorix, Roma dominó a la Galia y a los galos.
Ese fue el argumento de la guerra; una guerra que se prolongo demasiado; una lucha con mucha sangre.

En esa larga guerra, con un solo ejercito vencedor, hubo una incontable cantidad de hechos; algunos agradables, sólo algunos; muchos fueron muertes, sufrimiento, incluso tortura y traición.
Pero hubo un acontecimiento que en mi opinión, se destacó del resto, un hecho que se inició de la misma forma que muchos otros; a continuación pasaré a relatarlo.
Antes de comenzar, no puedo mas que afirmar su veracidad, al igual que lo ha hecho la persona que me hablo de él

Era una batalla como cualquier otra, una entre incontables batallas.
Fue una lucha en la que vencieron los romanos. En ese enfrentamiento hubo un traidor galo y otro romano.
En medio del combate ya mencionado, se produjo un suceso varias veces repetido; un romano iba a acabar con la vida de un galo, este, desesperado por salvar su existencia, le entregó al legionario una gema, la cual, aseguró, le protegió la vida hasta el día que la enseñó, pero el soldado de las Galias, advirtió que el día en que mostrara la piedra, esta perdería su efecto sobre el.
Aquel legionario romano, aceptó y le perdonó la vida; el latino quedó cegado inmediatamente por la joya, suponiendo un gran valor económico.
El itálico, guardando el secreto de la gema, la puso a prueba en la batalla siguiente; en la que no recibió ni la más mínima herida. Su éxito en el enfrentamiento mencionado anteriormente, se lo atribuyó a la joya, de la cual he hablado.
En los años siguientes, el romano ganó y ganó batallas sin daño alguno, creyendo siempre, que era a causa de la piedra; aquel joven legionario, que había alcanzado el grado de Centurión, que estaba rodeado de gloria por las victorias obtenidas, y que jamás había hablado sobre su secreto, ni sobre su charla con el galo.
El día anterior a la última batalla contra Vercingetorix, desconfiando del verdadero poder de la gema, pensó que sólo había servido para ganar confianza, y la vendió en el mercado, sin mencionar las palabras con las que el galo se la entregó.
Al día siguiente, aquel joven y flamante Centurión, estuvo delante de sus tropas, fue un enfrentamiento largo y duro, en el que finalmente venció, a duras penas, Roma y sus legiones.
Pero el joven itálico que había alcanzado el grado de Centurión y que estaba rodeado de gloria, fue muerto, al principio de la batalla, por aquel soldado de las Galias, al que le había perdonado la vida.

2 comentarios:

Don Pepe dijo...

Interesante historia, aunque detras de ella hay una enseñanza, pero tambien es sinonimo de "en la confianza esta el peligro".
suerte.

Anónimo dijo...

No había leído ninguna historia con este alcance del pequeño detalle que la hace diferente. Muy buen incentivo a la lectura. Felicitaciones.
Sabby.